Admito que la Navidad me afecta. Estoy más pensativa, más relajada, y con una sonrisa permanente en la cara. Me encanta reunirme con la familia. Recordar viejas anécdotas y crear nuevas. Porque cuando te reúnes con 22 personas es imposible que algo gracioso no pase. Me molesta cuando mi madre no asume que Navidades conlleva a no madrugar y ella entra en tu cuarto a las 8 de la mañana para subirte la persiana y abrirte la ventana para ventilar el cuarto. Me encanta el olor a chimenea en casa. Me encanta ver el árbol enorme en el salón iluminado. Me encanta el olor a castañas chamuscadas y quedarme horas y horas en el sofá viendo películas unas tras otras. Me encanta regalar y odio el bullicio en las tiendas. Me encanta cuando estoy congelada y tengo las orejitas que casi ni las noto y tu abrazo cálido hace que aún después de medio año se me forme un nudo nervioso en la barriga. Me gusta ponerme guapita salir de mi casa y seguir pensando si te gustaré y si iré lo suficientemente guapa como para gustarte. Me encantan esas patatas que me compras a altas horas de la noche para que me calle y se me pase el hambre. Me encantan tus caricias y tus besos.
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